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Hokusey.com

Adiós Twitter, hola ego

abril 6, 2025
Índice

    “Me voy de Twitter” o cómo anunciar que vas al baño… pero con épica medieval

    Últimamente, hay una epidemia curiosa: gente que abandona Twitter como si estuviera dejando el campo de batalla de “Braveheart”. Lo hacen con comunicados, manifiestos, despedidas más largas que una peli de Nolan. Y no basta con irse: hay que contarlo, compartirlo, y dejar claro que quien se queda es poco menos que cómplice del mal. Todo muy solemne. Todo muy absurdo.

    Y mientras tanto, ahí estás tú, en pijama, preguntándote si a alguien realmente le importa. Porque si hay algo que sobra en las redes, es gente que cree que su gesto digital vale más que una acción tangible en el mundo real.

    El postureo moralista

    Los que se despiden de Twitter suelen hacerlo desde un trono moral improvisado. Proclaman que se van porque “la red es tóxica”, porque “Elon Musk es el anticristo” y porque “esto ya no es lo que era”. Lo divertido es que siguen activos en otras redes igual de chungas. ¿La coherencia? Bien, gracias. Si de verdad es por salud mental, política o lo que sea: adelante. Pero hazlo sin convertirlo en una misa con sermón incluido, por favor.

    Elon Musk

    No hay renuncia épica sin antagonista, y aquí entra Elon. El tipo que, dependiendo de a quién preguntes, es un visionario o un meme con chequera. Desde que se hizo con Twitter, parece que muchos han encontrado en él al culpable perfecto de todo lo que no les gusta. ¿La realidad? Musk es rico, excéntrico, y probablemente inmune a tus tuits de despedida. Pero claro, ponerle su cara al saco de boxeo moral es irresistible.

    No es un secreto que a mí, personalmente, Elon Musk me cae más bien mal. Me parece un magnate con actitudes excéntricas e impredecibles, cuyo poder económico y mediático lo han convertido en una figura con capacidad de influir en la opinión pública de manera desproporcionada.

    Sin embargo, este personaje no difiere demasiado de otros grandes magnates que, desde sus múltiples altares, ejercen una influencia inmensa sobre nuestras vidas. Son figuras poderosas que han sabido construir su autoridad y su imagen pública de manera tan sólida que terminan por moldear nuestras decisiones, nuestras aspiraciones y, en general, el rumbo mismo de la sociedad.

    En realidad no difieren de la gente que es capaz de generar y articular ideas, a estos les dedicaremos un artículo más extenso en el futuro

    La paradoja de seguir presentes en el resto de plataformas

    En este punto, lo que más sorprende es la coherencia a medias: denuncian la supuesta tiranía de Twitter pero se quedan en Facebook y demás plataformas, que no son precisamente un altar de libertades ni de transparencia. No hay más que recordar los múltiples escándalos sobre privacidad o manipulación de información en algunos gigantes tecnológicos, que hacen dudar de la idea de que “el problema solo está en Twitter”.
    Cada uno es libre de elegir dónde quiere invertir su tiempo en internet, pero no tiene sentido presentarse como justicieros que huyen de un lugar malvado para quedarse tranquilamente en otros espacios igual de cuestionables. En este punto, lo único que se consigue es confundir la verdadera razón de por qué uno decide marcharse. Y si tu argumento para abandonar Twitter es la honestidad o la coherencia política, lo lógico sería revisar también tus perfiles en las demás redes.

    Soldados de una guerra imaginaria

    Lo que resulta más chocante es la épica que se imprime a este asunto. Muchas de estas personas se presentan como si de verdad estuvieran en medio de una batalla trascendental, armados con la verdad y la justicia, y señalando a todo el que no se una a su causa como cómplice de lo peor. Esta actitud genera una sensación de hastío, porque, al final, parecería que un simple cambio de aplicación —desinstalar Twitter y pasarse a otra— es un acto revolucionario.

    “¡Esto es por la libertad!”, gritan (por WhatsApp). Se comportan como si hubieran descifrado la Matrix y el resto seguimos dormidos. La realidad es que, más allá de su grupo de amigos, nadie se entera. Y eso está bien. Lo que no está tan bien es que pretendan que los demás vivan su decisión como si fuera la Segunda Venida de Jesucristo con gorra de TikToker.

    Porque ahora “toca” irse: la moda de abandonar Twitter

    Y luego está esa otra fauna digital: los que se van no por convicción, ni por salud mental, ni por principios… sino porque toca. Porque ahora está de moda. Porque han visto a tres cuentas con muchos likes decir “me voy” y han sentido la necesidad urgente de subirse al tren.

    Lo mismo antes se ponían un lazo en la foto de perfil, luego compartían recetas de pan casero, después bailaban en TikTok al ritmo de cualquier audio viral… y ahora, como lo que está de moda es irse de Twitter con dignidad revolucionaria, pues eso. A copiar y pegar el discurso y a buscar el aplauso fácil.

    Son los mismos que no saben bien por qué se van, pero sienten que si no lo hacen, se quedan atrás en el ranking de las buenas personas. Como si hubiera una tabla de puntos morales y desinstalar una app te subiera de nivel.

    El problema no es irse. El problema es que esta huida se ha convertido en el nuevo filtro de Instagram: todo el mundo quiere uno, aunque no sepa para qué sirve.

    Si te vas, que sea por ti. No por postureo

    ¿Quieres dejar Twitter? Genial. ¿Te afecta la salud mental? Pues hazlo sin dudar. ¿Tienes razones ideológicas? Estupendo. Pero no conviertas eso en una cruzada para salvar almas perdidas. No eres mejor por irte, ni el resto somos peores por quedarnos.

    Y ojo, cualquier motivo es válido. Que si ya no te gusta el logo, que si te parece ridículo que ahora se llame “X”, que si te duele el pulgar de tanto hacer scroll. Incluso si simplemente te apetece dejarlo porque te aburre o porque soñaste con un pájaro azul y te dio mal rollo. Está bien, todo esta bien. No hace falta justificar cada paso que das, somos adultos (en teoría) y podemos tomar decisiones sin necesidad de editorializarlas.

    Desconecta y sigue tu vida

    Así que si quieres paz mental, sal, respira, tómate una copa, y desinstala lo que te dé la gana. Pero déjate de discursos. Hazlo. Silenciosamente. Como un ninja emocional. Deja el show para tu grupo de teatro amateur. La vida sigue, y probablemente te siente bien. Solo recuerda: irte no te convierte en un mártir, ni en un revolucionario. A veces, lo más radical que puedes hacer es callarte.

    Al final, la clave está en la coherencia y en la honestidad personal: si te vas, hazlo porque quieras y te sientas mejor así, no porque busques aplauso o aprobación social. Seguramente, el mayor logro será que tú mismo ganes un poco de paz… y eso, en el fondo, debería ser suficiente.

    Que tengáis un estupendo día.
    — Hokusey

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